Miedo o rechazo a ir a la escuela, bajo rendimiento, aislamiento social, problemas de sueño, cambios en los hábitos alimenticios y sentimientos de culpa pueden ser algunos de los signos del bullying, una experiencia traumática que va más allá de un conflicto escolar y que deja huellas emocionales duraderas.
Desde la consulta clínica, nuestra labor como psicólogos no se limita a los síntomas, sino que acompañamos procesos complejos que involucran al niño y/o adolescente, su familia y el entorno educativo.
En el marco del Día Mundial contra el Bullying, este artículo ofrece una mirada práctica del abordaje del acoso escolar desde el ejercicio clínico, útil para estudiantes que se preparan para intervenir en estos casos.
¿Cómo se presenta el bullying en terapia?
Según datos de la UNESCO (2024), 1 de cada 3 estudiantes en el mundo sufre acoso escolar. Esta realidad también se refleja en el gabinete psicológico.
En los últimos años, ha crecido la frecuencia de consultas donde el bullyng es una causa directa o un factor agravante (y cada vez en etapas más tempranas)
Aunque muchos pacientes no llegan mencionando directamente el acoso, sí presentan síntomas como ansiedad, fobia escolar, irritabilidad, alteraciones del sueño o cambios bruscos en el rendimiento académico.
En la práctica clínica, esto se traduce en una gran variedad de perfiles, entre ellos:
- Niños y/o adolescentes retraídos y silenciosos: tienden a aislarse socialmente, mostrando signos de ansiedad, tristeza o baja autoestima. Pueden evitar interactuar con sus compañeros y desarrollar un miedo intenso hacia situaciones sociales.
- Adolescentes con conductas de riesgo: en algunos casos, el bullying puede llevar a comportamientos autodestructivos, como el consumo de sustancias, autolesiones o incluso intentos de suicidio. Estas conductas suelen ser una forma de lidiar con el dolor emocional y la falta de apoyo.
- Aislamiento extremo: las víctimas de bullying pueden llegar a evitar completamente el contacto social, lo que puede derivar en problemas más graves, como la fobia escolar o el rechazo a cualquier entorno grupal.
Abordaje multidimensional
El acoso escolar no solo afecta al niño o adolescente, también deja huellas profundas en quienes forman parte de su entorno inmediato, es decir, la familia y la escuela.
Estas dinámicas interconectadas influyen directamente en cómo el menor enfrenta y supera la situación. Por ello, nuestro trabajo como psicólogos trasciende la atención individual y se extiende hacia un abordaje integral que incluye a los padres, cuidadores y la institución educativa.
Primera etapa
El primer paso para abordar el impacto del bullying es crear un ambiente donde el niño y/o adolescente se sienta comprendido y protegido. Muchas veces, los chicos llegan a consulta cargando vergüenza, miedo o incluso negación sobre lo que viven. Por eso, construir una relación terapéutica basada en la empatía y el respeto no es solo importante, es fundamental.
La evaluación clínica incluye entrevistas con el menor, observación de cómo se expresa a través del juego (en el caso de los más pequeños), y herramientas como pruebas proyectivas o cuestionarios para entender los síntomas.
Es crucial identificar no solo el tipo de bullying (verbal, físico, social o cibernético), sino también cómo está afectando su autoestima, su sensación de seguridad y cómo percibe el mundo a su alrededor.
El objetivo inicial es darles a los niños y/o adolescentes las palabras para nombrar lo que están viviendo y ayudarlos a validar sus emociones
Desde ahí, se comienzan a trabajar estrategias prácticas para que enfrenten el problema y refuercen habilidades sociales que les permitan recuperar su confianza y bienestar.
Intervención con los padres o cuidadores
La familia es un pilar esencial en el abordaje del bullying. Cuando los cuidadores llegan a consulta, con frecuencia se sienten desconcertados, portan un peso de culpabilidad o incluso están en negación ante la situación.
Es en este punto donde los psicólogos nos convertimos en guías: brindando apoyo emocional y ofreciendo información clara y práctica sobre qué es el bullying y cómo pueden actuar de forma efectiva.
El trabajo con las familias se enfoca en tres aspectos clave:
- Escuchar con empatía, sin restar importancia a lo que sienten o expresan.
- Fomentar una autoridad positiva en el hogar, basada en el respeto y la colaboración.
- Convertir a los cuidadores en aliados del proceso terapéutico, evitando que ejerzan presión o castiguen al niño y/o joven de manera contraproducente.
Además, fortalecer la comunicación dentro de la familia es esencial. Esto incluye ayudar a los padres a evitar decisiones impulsivas, como cambiar al menor de escuela antes de haber abordado la raíz del problema.
Con el enfoque adecuado, la familia puede convertirse en una red de apoyo sólida que impulse el bienestar del niño y/o adolescente
Coordinación con el centro educativo
Nuestra labor como psicólogos no debe limitarse al consultorio. Uno de los pasos clave en la intervención es establecer comunicación con el colegio, siempre respetando el consentimiento informado de la familia, para diseñar juntos un plan de acción que realmente proteja al niño y/o adolescente.
En este proceso, los psicólogos asumimos un papel crucial como mediadores entre la familia y la institución educativa.
Nuestra labor incluye orientar a los docentes, sensibilizarlos sobre la situación y asegurarnos de que cualquier medida tomada evite que el menor sea revictimizado
Aunque a veces puedan surgir obstáculos, como resistencias institucionales o trámites burocráticos, la perseverancia en esta colaboración suele marcar una diferencia significativa en la evolución del caso y en el bienestar del pequeño o del joven.
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¿Cuáles son las estrategias de intervención psicológica en el bullying?
Plan Nacional para la Prevención del Acoso Escolar de la AEPAE.
Cada niño y/o adolescente es único, y las intervenciones deben ajustarse a su edad, nivel de daño emocional y recursos personales. El trabajo psicológico incluye herramientas que permiten conectar con su experiencia y potenciar su bienestar:
- Terapia cognitivo-conductual: ayuda a identificar pensamientos negativos que pueden estar afectando al niño o al joven, transformándolos en creencias más saludables y enseñándoles a responder de manera más adaptativa.
- Técnicas de regulación emocional: desde ejercicios de respiración, hasta prácticas de mindfulness, estas herramientas les permiten recuperar el control sobre sus emociones y manejar el estrés con mayor eficacia.
- Entrenamiento en habilidades sociales: fortalece su capacidad para interactuar de manera asertiva, leer las señales sociales y establecer límites claros, creando un entorno interpersonal más positivo.
- Juego terapéutico: en los más pequeños, el juego se convierte en un puente para expresar y procesar sus experiencias, permitiendo que elaboren lo vivido de forma simbólica.
Más allá de las técnicas, es fundamental trabajar en su sentido de identidad y pertenencia, ayudándolos a comprender que lo que han vivido no define quiénes son
Este enfoque integral permite al niño y/o adolescente reconstruir su confianza y abrazar su bienestar emocional.
Navegando sus complejidades: desafíos clínicos y éticos
Tomado de https://www.facebook.com/stereovilla
Abordar casos de acoso escolar en la consulta psicológica nunca es un camino simple. Cada caso presenta sus propios retos y, como profesionales, debemos estar preparados para enfrentar obstáculos que pueden surgir tanto a nivel clínico como ético. Algunos de los desafíos más frecuentes incluyen:
- Minimización: es común que docentes o familiares resten importancia a lo que ocurre, lo que puede dificultar la intervención adecuada.
- Falta de protocolos claros: muchas escuelas carecen de procedimientos definidos para actuar frente al bullying, lo que puede generar incertidumbre o incluso resistencia.
- Protección institucional: en ocasiones, los agresores son respaldados por el entorno escolar, lo que complica la resolución del problema.
- Ambivalencia familiar: este desafío surge especialmente cuando el bullying proviene de un hermano o pariente cercano, dejando a los cuidadores en una posición difícil.
Además, los dilemas éticos son inevitables en este tipo de trabajo. Decisiones como cuándo romper la confidencialidad, cómo equilibrar la colaboración con el colegio sin comprometer los derechos del menor, o qué hacer si el niño y/o adolescente expresa su deseo de abandonar la terapia, pueden ponernos como psicólogos, en situaciones complejas que requieren sensibilidad y reflexión.
Es importante adaptarnos a cada caso con empatía y profesionalismo, reconociendo que muchas veces los mayores avances nacen de superar los desafíos más difíciles
Conclusión
Abordar el bullying desde la psicología clínica significa ir más allá de los síntomas visibles. Requiere presencia activa, mirada integral y mucha sensibilidad.
Nuestro rol como psicólogos no es solo reducir el sufrimiento emocional, sino también recuperar la dignidad del niño y/o adolescente, reconstruir sus redes de apoyo y ayudar a crear espacios seguros donde pueda crecer y sentirse protegido.
Para quienes se están formando, este tipo de intervenciones representan una oportunidad única para entender cómo la psicología puede cambiar profundamente la vida de las personas
Es el tipo de trabajo que demuestra que el impacto de esta profesión va mucho más allá de las técnicas: se trata de construir esperanza y bienestar para quienes más lo necesitan.
Bibliografía:
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. (2024). Violencia y acoso escolar: la UNESCO reclama una mejor protección de los estudiantes. https://www.unesco.org/es/articles/violencia-y-acoso-escolar-la-unesco-reclama-una-mejor-proteccion-de-los-estudiantes