¿Qué hay detrás de los trastornos de la conducta alimentaria?

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En un mundo tan consciente de la necesidad de crear hábitos alimentarios saludables, resulta paradójico que cada vez tengamos mayor incidencia de trastornos de conducta alimentaria (TCA) y peor relación con nuestro cuerpo.

Uno de los problemas principales es la conceptualización que los psicoterapeutas hacemos de estos trastornos, reduciéndolos a un comportamiento alimentario disfuncional.

Este artículo está dirigido a estudiantes de psicología y profesionales del área de la salud, con el objetivo de invitarlos a explorar lo que hay detrás de la conducta alimentaria.

 

Más allá de la conducta

Un trastorno alimentario no es solo un trastorno de la conducta alimentaria. Sin embargo, sucede que muchas veces los psicólogos nos enfocamos en la “c”, es decir, en la conducta y esto reduce una problemática tremendamente compleja a un problema conductual.

La conducta alimentaria o el síntoma, que en algunos casos puede ser restricción alimentaria, en otros serán vómitos y en otros purgas, es una huella de un conflicto psicoemocional mucho más complejo, con una base biopsicosocial que debemos analizar en profundidad.

Por ello, cualquier intervención psicoterapéutica que vaya dirigida exclusivamente a cambiar la conducta es un abordaje incompleto y, además, corremos el riesgo de generar efectos iatrogénicos y que el paciente sufra un empeoramiento de su estado con respecto al problema a nivel psicológico y físico.

Tenemos que aprender a ver mucho más allá de la “c”, que por supuesto va a formar parte del tratamiento, pero la conducta es solo un síntoma de algo más complejo.

 


La conducta es solo el síntoma de algo más complejo que tenemos que analizar


 

La persona tras la escafandra

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Para comprender mejor cuál es el propósito de los TCA es útil utilizar la metáfora de la persona tras la escafandra que es la idea central de mi libro Cómo abordar los trastornos alimentarios.

Narra la historia de una de mis pacientes con TCA. Ella se dibuja en la gran vía de Madrid con una escafandra, mientras todo el mundo a su alrededor está pasando y gritando. Me dijo que se sentía así, como la persona de la escafandra.

La escafandra que, en este caso, se refiere al trastorno, es un mecanismo de defensa y en algún momento le sirvió para algo, le ayudó a sobrevivir.

Los trastornos alimentarios son un instrumento que cumplen una serie de funciones que tenemos que descubrir, pero siempre han sido un instrumento.

Por lo tanto, la terapia es eso, entender los trastornos alimentarios como un mecanismo de adaptación, entender su función en el individuo y en el entorno, y tratar de pensar por qué es tan difícil cambiar, qué necesita la persona tras la escafandra para fortalecerse y no necesitar una escafandra.

 


La terapia debe entender los trastornos alimentarios como un mecanismo de adaptación


 

Para qué sirve un trastorno alimentario

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Desde el mapa emocional sistémico, un trastorno alimentario cumple funciones a nivel individual (sobre todo a nivel emocional), a nivel familiar y en el sistema mundo.

 

En el mundo

A todos nos sirve estar delgados en un mundo que promueve unos tallajes donde estar delgado es estar mejor.

 


En el mundo en el que vivimos, comer sano no solo cumple una función nutritiva, sino también una función de pertenencia identitaria


 

A nivel familiar

La conducta alimentaria es una solución a determinados problemas que permanecen ocultos en la familia, por lo que cumple una función comunicativa.

 


Como terapeuta tenemos que acompañar a la familia y ver cuáles son estos problemas que hay detrás del síntoma


 

También cumple una función de lealtad, pues estas pacientes, mayormente chicas, son leales porque se hacen cargo de lo que la familia necesita, renunciando a su autonomía. En este sentido, podríamos trabajar con estilos parentales, con estructura de Minuchin.

 


La familia no causa el trastorno alimentario, es el contexto en el que surge el problema y, por ello, debemos hacer un trabajo familiar


 

A nivel individual 

Más allá de la conducta alimentaria, hay una emoción que se sustenta en el estado de ánimo de la persona, no obstante, en el fondo de todo eso, hay una sensación interna.

 


Siempre que tenemos una persona con un TCA, el trastorno es un instrumento al servicio de una sensación interna


 

Esa sensación es la de mirarse en el espejo y decir: “Siempre me he sentido…” culpable, triste, invisible, etc. Es intensa, estable y ha acompañado al paciente durante toda su vida.

La sensación interna puede ser de vacío, de vergüenza o de culpa. Sin embargo, en el fondo, es de no sentirse queribles.

La experiencia como ser humano, la experiencia en las relaciones con los demás está determinada por esta sensación interna.

 

La proyección

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Esa sensación interna se proyecta en la relación que la persona tiene hacia su cuerpo.

 


El cuerpo tiene memoria y es el escenario donde se proyectan todas estas situaciones


 

Cuando una persona ha sufrido abuso sexual, desde esa sensación de culpa o de asco, proyecta en determinadas partes de su cuerpo el rechazo: “No soporto esta parte de mi cuerpo”.

También puede conectar con sensaciones de vergüenza, tan grandes, que proyecta sobre su cuerpo: “Mi cuerpo es asqueroso”. Se produce entonces una disociación: desde un conflicto psicológico se disocia y se proyecta sobre el cuerpo.

 


El trastorno alimentario es un problema, por tanto, psicosomático, es decir, es una expresión corporal de un conflicto psicológico


 

Cómo se ha generado esa sensación interna 

En la mayoría de los casos, estas sensaciones internas tienen mucho que ver con la biografía del paciente y se ha generado en la relación con los demás.

 


Son heridas vinculares que, de alguna forma, se proyectan en cómo la persona se ve a sí misma y en cómo la persona se relaciona con la comida


 

El trabajo terapéutico

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Nuestro trabajo psicoterapéutico tiene que ir dirigido a trabajar con esa sensación interna y entender cómo se ha generado esa herida.

Tiene que ser una terapia experiencial. No podemos quedarnos a un nivel conductual o narrativo, hablando de la vida. Tenemos que promover que la persona contacte con esas sensaciones, porque ahí es donde va a estar el cambio.

 

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Abordaje sistémico: balance conducta-persona

Cualquier proceso de recuperación tiene que incorporar un recurso asistencial que aborde el apartado psicológico.

 


No se puede salir de un problema alimentario solo con una intervención nutricional o con un médico


 

El primer paso para ese abordaje es hacer un balance entre la conducta alimentaria o el síntoma y la persona que está detrás del trastorno.

Tanto en la evaluación, como en la intervención, vamos a tener que dividir nuestros esfuerzos en trabajar psicoterapéuticamente con el síntoma (vómitos, restricción alimentaria, purgas) y con la persona que hay detrás del trastorno alimentario, es decir, el ser humano que, desde un conflicto psíquico, ha desarrollado un problema con la comida.

 


Este balance nos va a ayudar a tener la seguridad suficiente para saber que podemos hacer nuestro trabajo


 

Por ejemplo, si llega a mi consulta una persona con un trastorno alimentario, desde estas dos dimensiones: cómo está el síntoma y cómo está la persona, voy a hacer una evaluación para saber la gravedad.

Primero, la gravedad en términos de síntomas: si hay mucha restricción, si tiene bajo peso, si está en peligro, y la gravedad en términos psicológicos: si tiene un estado anímico muy alterado, si tiene muchas rumiaciones, si tiene ideación suicida.

 


Desde esta evaluación, puedo saber cuán seguro es hacer tratamiento y qué encuadre voy a utilizar


 

Imaginaos que es un caso grave, el encuadre va a requerir mayor intensidad terapéutica. ¿Cómo lo hago? Incluyendo a un psiquiatra, una terapia de grupo, sesiones familiares, un endocrino.

De esta manera, voy a generar un dispositivo asistencial con mucha intensidad terapéutica y esa intensidad va a ser coherente con la gravedad y la necesidad del paciente.

Al final, cuando nos viene una persona con un trastorno alimentario, la conducta es lo de menos, porque si hacemos un buen trabajo, vamos a llegar a la conclusión de que todo está en la biografía del paciente o de la persona con la escafandra.

 

Conclusión

El trastorno alimentario es coherente con la biografía del paciente, por lo que tenemos que ir más allá del trastorno: preguntarnos qué ha pasado para que esta persona se haya puesto una “escafandra” y para qué le sirve, y, desde aquí, iniciar nuestro trabajo psicoterapéutico.

 

No te pierdas:

Este artículo está basado en la Masterclass “Claves en el abordaje de los trastornos alimentarios”, impartida por el psicólogo y psicoterapeuta Eduardo Torres, Director del Grupo UDICAP, dentro del Programa de Actividades del instituto Raimon Gaja (iRG). La ponencia también detalla que estos patrones se van transmitiendo intergeneracionalmente y cómo abordarlos. Accede al contenido completo aquí:

 

Conoce a Eduardo Torres, docente de iRG

Eduardo Torres forma parte del cuerpo docente de iRG, en asignaturas relacionadas con su especialidad.

Libros de Eduardo Torres:

Torres, Eduardo. (2023). Cómo abordar los trastornos alimentarios. Editorial Sentir.

Ha colaborado en otras publicaciones:

  • Bermejo, M. (2019). Manual de psicoterapia emocional sistémica: Psicoterapia. Editorial Sentir
  • Bermejo, M. (2024). Avances en psicoterapia con adultos, pareja y familia. Editorial Sentir.

 

Bibliografía:

Bermejo, M. (2024). Avances en psicoterapia infantojuvenil emocional sistémica. Editorial Sentir.

Boszormenyi-Nagy, I. y Spark, G. M. (2013). Lealtades invisibles. Amorrortu Editores.

Minuchin, S. (2009). Familias y terapia familiar. Editorial Gedisa.

Onnis, L. (2016). El tiempo congelado. Editorial Gedisa.

Selvini Palazzoli, M., Grillo, S., Selvini, M. y Sorrentino, A. (1999). Muchachas anoréxicas y bulímicas. Ediciones Paidós.

White, M. y Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Ediciones Paidós.

 

 

Escrito por Eduardo Torres Celdrán, psicólogo clínico, docente de iRG.

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