Estudiantes por el mundo: ¿Por qué viajar es bueno para tu salud mental?

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Ha llegado el verano, y con él, la oportunidad perfecta para hacer las maletas y salir al mundo. Ya sea que prefieras perderte en una ciudad nueva, recorrer un sendero en medio de la naturaleza o simplemente cambiar de paisaje por unos días, viajar no solo renueva el cuerpo: también transforma la mente. Y esto no es solo una frase bonita para acompañar una foto en Instagram. La ciencia está de nuestro lado: viajar tiene beneficios comprobados para la salud mental y emocional.

Lo vemos en este artículo, un artículo dedicado especialmente a los muchos jóvenes estudiantes que estos días viajan por el mundo tras haber finalizado el curso universitario o de posgrado para recuperar el equilibrio mental tras el gran esfuerzo realizado durante todo el año.

 

Una inversión en bienestar

Desde hace décadas, los psicólogos, educadores y neurocientíficos se han preguntado qué pasa en la mente cuando salimos de nuestra rutina y exploramos lo desconocido. La respuesta es clara: viajar estimula la mente, mejora el estado de ánimo y puede incluso transformar nuestra manera de ver el mundo.

 

1.     Viajar abre la mente, literalmente

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El dicho popular “viajar abre la mente” tiene respaldo científico. Un estudio realizado por Hazra y colaboradores (2019) exploró cómo los viajes de ocio pueden fomentar el crecimiento personal. Entrevistando a viajeros de distintos orígenes, los investigadores encontraron que los viajes contribuyen significativamente al desarrollo cognitivo y afectivo. Es decir, no solo aprendemos más sobre el mundo, sino también sobre nosotros mismos. Se promueve la empatía, la tolerancia a la ambigüedad y la capacidad de adaptarse a lo nuevo: habilidades clave en el mundo actual, especialmente para quienes trabajan en entornos diversos y cambiantes.

 

2.     Más confianza en la humanidad

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En un momento en que la desconfianza parece estar en alza, viajar puede ser una vía para reconectarnos con los demás. Un estudio experimental y longitudinal llevado a cabo por Cao et al. (2014) demostró que quienes viajan a múltiples países desarrollan una mayor confianza interpersonal. Esta “confianza generalizada” se potencia cuando los viajeros se exponen conscientemente a culturas diferentes, prestando atención activa a las diferencias culturales en lugar de evitarlas. En otras palabras, cuanto más nos sumergimos en lo distinto, más comprendemos que, al final, todos compartimos una humanidad común.

 

3.     Experiencia transformadora

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No se trata solo de acumular sellos en el pasaporte. El periodista y escritor Tony Hiss introdujo el concepto de Deep Travel, que consiste en viajar con presencia total, atentos a cada detalle, permitiéndonos ser transformados por la experiencia. Según Hiss (2021), este tipo de viaje consciente mejora el bienestar mental, estimula la creatividad y puede contribuir a un envejecimiento más saludable. En una época en la que el estrés crónico es casi un estilo de vida, regalarse momentos de deep travel puede ser una forma poderosa de resetear la mente.

 

4. Lo distinto enseña más

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El impacto de un viaje no es igual si vamos a un lugar que se parece a casa o si nos sumergimos en una cultura radicalmente diferente. Según Saito (2006), cuanto mayor es la diferencia cultural, más profundo puede ser el proceso de aprendizaje. Estos encuentros con lo “otro” desafían nuestras creencias, sacuden nuestras rutinas mentales y nos obligan a repensar lo que dábamos por sentado. Esta clase de confrontación no siempre es cómoda, pero sí profundamente formativa.

 

5.     Más salud mental

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Un estudio de Chen et al. (2015) descubrió que practicar la atención plena, es decir, estar presente sin juzgar, mientras se viaja, especialmente en entornos naturales, se asocia con niveles más altos de bienestar psicológico. No se necesita un retiro espiritual para lograrlo: basta con dejar el teléfono a un lado, caminar sin prisa, observar el entorno y permitirnos estar presentes. Esa caminata por la montaña, ese atardecer frente al mar o ese desayuno tranquilo en una terraza pueden convertirse en pequeñas medicinas para la mente.

 

¿Estás viviendo un período de transición en tu vida?

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Viajar puede ser especialmente interesante para personas que se encuentran en etapas de cambio, como, por ejemplo, cuando acabamos un grado y hemos de decidir el siguiente paso… ¿Hago un posgrado? ¿Cuál? ¿En mi país o en el extranjero? En casos en los que necesitamos repensar hacia dónde queremos dirigir nuestro futuro, profesional o de otra índole, un viaje puede ser una herramienta que nos ayude a clarificar ideas, procesar experiencias y abrir nuevas perspectivas. La ciencia lo dice: moverse en el espacio ayuda también a moverse internamente, favoreciendo la creatividad y la resolución de problemas (‘efecto incubación’).

El efecto incubación es un fenómeno psicológico que ocurre cuando dejamos de pensar activamente en un problema, y la solución aparece más adelante de forma repentina o con mayor facilidad.

Esto ocurre porque, durante el tiempo en que no estamos pensando directamente en el problema (fase de incubación), el cerebro sigue procesando información de forma inconsciente, lo que permite:

  • Romper bloqueos mentales (como fijarse en una solución incorrecta).
  • Reorganizar la información de manera más creativa.
  • Acceder a ideas nuevas sin la presión del pensamiento lógico o lineal.

 

Pero no hace falta tener que tomar decisiones para hacer un viaje, ni hace falta viajar hasta el otro lado del mundo para beneficiarse. Un fin de semana en una región cercana, una escapada a un parque nacional, una visita a un pueblo desconocido o incluso explorar rincones inéditos de nuestra propia ciudad tendrá un impacto positivo en nuestra salud mental.

 


Lo importante es la actitud: salir de la rutina, exponerse a lo nuevo, observar con curiosidad y estar presentes


 

Conclusión

Viajar no solo es un placer, también es una forma poderosa de cuidar la mente. Mejora la apertura mental, fomenta la empatía, fortalece la confianza en los demás, estimula la creatividad y alimenta el bienestar emocional. Así que este verano, más que una pausa, piensa en tu viaje como una inversión en salud mental. La ciencia lo avala y tu mente, y seguramente también tu corazón, te lo van a agradecer.

 

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Referencias:

  • Cao, J., Galinsky, A. D., & Maddux, W. W. (2014). Does travel broaden the mind? Breadth of foreign experiences increases generalized trust. Social Psychological and Personality Science, 5(5), 517–525.
  • Chen, Y., Qian, M., & Gao, X. (2015). Mindfulness and psychological well-being among Chinese college students: The mediating role of self-compassion. Psychological Reports, 116(2), 341–357.
  • Hazra, S., Fletcher, R., & Wilkes, K. (2019). Leisure travel and personal development: Insights from a qualitative study. Annals of Leisure Research, 22(3), 365–384.
  • Hiss, T. (2021). The Experience of Place: A New Way of Looking at and Dealing With Our Radically Changing Cities and Countryside. Vintage.
  • Saito, H. (2006). Globalization and the incorporation of education: A critical analysis of the role of international experiential learning in global citizenship education. Journal of Education Policy, 21(2), 161–180.
Revisado y aprobado por Raimon Gaja, psicólogo clínico, fundador y director de iRG.
Escrito por Redacción iRG

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