Día Internacional de la Felicidad: ¿Eres una persona equilibrada emocionalmente?

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El equilibrio emocional es un buen cimiento para construir un estado de bienestar y felicidad. Hoy, Día Internacional de la Felicidad, invitamos a nuestros lectores a comprobar si se consideran personas equilibradas emocionalmente, y para ello vamos a seguir los criterios estipulados por uno de los grandes psicólogos de la historia de la Psicología y padre de la terapia racional emotiva, el doctor Albert Ellis.

A continuación, vamos a formular 13 preguntas. Si se identifica mayoritariamente con la descripción que acompaña a cada una, ¡enhorabuena! Es usted una persona equilibrada emocionalmente, su forma de ver e interpretar el mundo es racional y positiva, no gobernada por creencias contraproducentes, y es más difícil que sufra trastornos de tipo emocional.

 

1. ¿Sientes interés por ti mismo?

Crees que vales por lo menos tanto como los demás. Cuidas tu aspecto físico, tu equilibrio emocional, y tu enriquecimiento intelectual y social. En tu escala de valores, estás un poco por encima de los demás. Sabes que ser responsable de ti mismo pasa necesariamente por el interés en uno mismo. Crees en tus posibilidades y aceptas tus limitaciones. En tu relación con los demás, eres capaz de hacer concesiones, pero nunca renuncias a tus derechos.

 


Te valoras a ti mismo, cuidas de tu bienestar integral y mantienes un equilibrio entre tus derechos y tu relación con los demás


 

2. ¿Te consideras autosuficiente?

Disfrutas de la compañía de los demás, pero no te sientes perdido cuando no cuentas con ella. Resuelves tus problemas sin esperar que otras personas lo hagan por ti. Aceptas tus errores y celebras tus éxitos. Creas tu propio autoconcepto sin permitir que otras personas influyan negativamente en él.

 


Eres autosuficiente, resuelves tus problemas, aceptas tus errores y construyes tu propio autoconcepto


 

3. ¿Eres tolerante con los errores?

Eres una persona tolerante. Reconoces que todo el mundo tiene derecho a equivocarse, incluido tú mismo. Ni te juzgas ni juzgas a los demás. Ante las cosas negativas, intentas modificar aquellos aspectos que pueden cambiarse y aceptas sin sentir frustración aquellos otros que son inamovibles.

 


Eres tolerante, aceptas los errores propios y ajenos, y distingues entre lo que puedes cambiar y lo que no


 

4. ¿Eres flexible?

Eres una persona de mentalidad abierta, dispuesta siempre a aceptar cambios, no te cierras en banda ante la opinión de los demás ni actúas según unos patrones fijos e inamovibles.

 


Tienes una mentalidad abierta, aceptas cambios y consideras distintas opiniones


 

5. ¿Tienes intereses sociales?

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Has optado por la integración en lugar de por el aislamiento social. Es cierto que todos nos vemos obligados a vivir en sociedad, pero la diferencia radica en que tú participas activamente en ella. Te ocupas de ampliar tus relaciones sociales y proteges los derechos comunitarios.

 


Participas activamente en la sociedad, ampliando tus relaciones y protegiendo los derechos comunitarios


 

6. ¿Vives el presente?

Sabes que la vida es un continuo flujo de cambios. En lugar de vivir preocupado por lo que te puede deparar el futuro, no te obsesionas con él ni supeditas tu presente a un futuro incierto.

 


Aceptas el cambio y vives el presente sin obsesionarte por el futuro


 

7. ¿Realizas actividades?

No te preocupas únicamente de tu ámbito laboral y/o familiar, sino que muestras interés por muchas otras actividades. Eres de los que diversifican riesgos, por decirlo de alguna manera. Puesto que las cosas, actividades o personas capaces de despertar interés en ti son múltiples, permaneces constantemente activo y tiene pocas posibilidades de sentirte solo y de llevar una vida mecánica y sin sentido.

 


Te interesas por diversas actividades, mantienes una vida activa y evitas la rutina


 

8. ¿Practicas el pensamiento racional?

Practicas el pensamiento racional, analizando situaciones con objetividad y evitando juicios impulsivos. Mantienes el autocontrol sobre tus emociones y decisiones, considerando tanto las consecuencias inmediatas como las de largo plazo para actuar de manera equilibrada y consciente.

 


Sabes autocontrolar tu pensamiento y emociones, y medir las consecuencias a corto y largo plazo


 

9. ¿Te aceptas a ti mismo?

Te acepta a ti mismo incondicionalmente, valorando tu existencia más allá de logros o juicios externos. Disfrutas de la vida como un regalo en sí mismo y no permites que tu autoestima dependa de factores externos, sino de tu propia percepción y crecimiento personal.

 


Te sientes feliz de estar vivo. La vida en sí misma ya es suficiente premio para ti


 

10. ¿Tomas decisiones?

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Asumes riesgos, no postergas indefinidamente la toma de decisiones. Aceptas que tomar decisiones lleva implícita la posibilidad de fracaso, pero a la vez aceptas que el único modo de avanzar es aceptando este tipo de riesgos.

 


Asumes riesgos, tomas decisiones sin postergarlas y aceptas la posibilidad de fracaso como parte del progreso


 

11. ¿Aceptas el término medio?

Sabes que los absolutos son imposibles, ni el absoluto en el placer ni en el dolor son medidas válidas para la vida. Aceptas que las personas, las cosas, los acontecimientos, los fracasos y los éxitos no pueden ser totalmente perfectos. Adoptas la actitud más sabia: en lugar de lamentarte por lo que no es, prefieres disfrutar de las cosas tal y como son.

 


Aceptas que la perfección no existe y prefieres disfrutar las cosas tal como son


 

12. ¿Te responsabilizas de tu vida?

No necesitas encontrar un enemigo exterior para justificarte a ti mismo. Sabes que, en última instancia, el responsable de que tu vida en general adopte un cariz u otro depende de ti mismo, de tu conducta y de las opciones que tomas cada día.

 


Asume la responsabilidad de tu vida, tus decisiones y tus consecuencias


 

13. ¿Tienes un proyecto de vida?

Tienes un proyecto de vida bien definido que te brinda propósito y sentido. Aunque disfrutas del presente con intensidad, no te dejas llevar por la improvisación y mantienes el rumbo hacia tus objetivos a largo plazo. Equilibras la planificación con la flexibilidad, adaptándote a los cambios sin perder de vista tu visión de futuro.

 


Vives el presente con intensidad, pero sin desviarte del camino que se ha trazado


 

Conclusión

El equilibrio emocional es la base del bienestar y la felicidad, ya que permite gestionar las emociones de manera saludable, evitando respuestas impulsivas o extremas. Una persona emocionalmente equilibrada afronta desafíos con resiliencia, mantiene relaciones positivas y toma decisiones racionales. Esto reduce el estrés y la ansiedad, favoreciendo un estado de satisfacción personal y armonía con el entorno. Al aceptar los cambios, tolerar errores y vivir el presente sin obsesionarse con el futuro, se fortalece el bienestar mental y se fomenta una felicidad más estable y duradera, basada en la aceptación y la adaptación a la realidad.

 

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Fuente:

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Escrito por Raimon Gaja, psicólogo clínico, fundador y director de iRG.

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