Hablar de salud mental materna sigue siendo un tema lleno de silencios, miedos y prejuicios. A pesar del creciente discurso sobre salud mental en la esfera pública, cuando se trata de madres, el estigma y la incomodidad persisten. La maternidad sigue siendo un espacio donde se espera plenitud, entrega y felicidad incondicional. Todo lo que se desvíe de ese ideal, se oculta. Pero, ¿por qué sigue siendo un tabú reconocer que muchas madres no están bien emocionalmente?
Aprovechamos la celebración del Día Mundial de la Salud Mental Materna, que se celebra cada año el primer miércoles de mayo, para exponer este importante tema y romper una lanza a favor de la necesidad de normalizar el cuidado de la salud mental de las madres reales (y no perfectas) del mundo.
La idealización de la maternidad
Aún hoy se impone la idea de que la maternidad debe ser el «mejor momento» de la vida de una mujer. Se asocia con el amor más puro, la realización personal, la entrega total. Bajo esta visión, no hay espacio para el sufrimiento, la ambivalencia o la frustración. Las mujeres que sienten tristeza, ansiedad, agotamiento o simplemente dudas, temen ser vistas como malas madres.
Idealizar la maternidad elimina el derecho natural a sentirse mal
Culpa y miedo al rechazo
Cuando una madre no se siente plena o feliz, lo primero que suele aparecer es la culpa. «Debería estar feliz», «Otras lo tienen peor», «No tengo derecho a quejarme». Esta culpa se mezcla con el miedo a perder apoyo, respeto o incluso la custodia del hijo si se reconoce un problema de salud mental. Por eso muchas mujeres eligen no hablar, no pedir ayuda y soportar en silencio.
Falta de espacios seguros
En la familia, en el trabajo e incluso en la consulta médica, muchas madres no encuentran un lugar donde puedan decir sin miedo: «No estoy bien». Falta formación, escucha activa y comprensión real. Se sigue trivializando el malestar emocional con frases como: «Ya se te pasará», «Es normal estar cansada», «Eso les pasa a todas». Esta falta de escucha agrava el aislamiento y retrasa el acceso a un tratamiento adecuado.
Muchas madres callan, porque creen que nadie las escucha de verdad
Estigmatización de la salud mental
Aunque la salud mental ha ganado visibilidad en los últimos años, todavía pesa el estigma. Se asocia con debilidad, con peligro, con inestabilidad. Y en el caso de las madres, el juicio se duplica: se interpreta que, si están mal emocionalmente, no pueden cuidar bien. Esto refuerza el silencio, la autocensura y el miedo.
Ser madre y sufrir emocionalmente aún se juzga más que se comprende
Consecuencias de ese silencio
Las madres que no pueden hablar o pedir ayuda, sufren. Y sufren en soledad. Este silencio prolongado hace que el malestar se cronifique y que los síntomas se agraven. Muchas acaban desarrollando depresión severa, ansiedad generalizada o cuadros de burnout. Además, el impacto no es solo individual: la salud mental de la madre influye directamente en el vínculo con el hijo, en la comunicación familiar y en el ambiente del hogar.
Cuando una madre no está bien, su hijo también lo siente
La falta de respuesta emocional adecuada, el desbordamiento o la desconexión afectiva pueden generar problemas de apego, dificultades conductuales, insomnio, y mayor riesgo de trastornos emocionales en la infancia y adolescencia.
Lo que dicen los datos
Las cifras reflejan la urgencia del tema. A nivel mundial:
- 1 de cada 10 mujeres en países de ingresos altos y 1 de cada 5 en países de ingresos bajos o medios sufre problemas de salud mental durante el embarazo o el posparto.
- El 20% de estas mujeres tiene pensamientos suicidas o se ha autolesionado.
En España:
- Entre el 26,7% y el 30,3% de las madres presentan síntomas de depresión posparto.
- La depresión durante el embarazo afecta a entre el 14,8% y el 15,2%.
- Las bajas laborales por salud mental han aumentado un 72% desde la pandemia.
Las mujeres españolas de entre 36 y 45 años, muchas en etapa de crianza, son el grupo más afectado por problemas de salud mental
Factores que agravan el riesgo
La maternidad no siempre ocurre en condiciones ideales. Múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales pueden predisponer a una mujer a sufrir problemas mentales durante este periodo:
- Cambios hormonales intensos tras el parto.
- Historial previo de ansiedad, depresión o trauma.
- Falta de apoyo de la pareja, la familia o la comunidad.
- Dificultades económicas, vivienda precaria, empleo inestable.
- Sueño interrumpido o inexistente.
- Partos traumáticos, antecedentes de violencia o abuso.
- Hijos con necesidades especiales, enfermedades o prematuridad.
La maternidad vulnerable es más frecuente de lo que creemos: es el resultado de la acumulación de diversos factores
El rol del compañero sentimental
El compañero sentimental puede ser una fuente de apoyo o un factor de riesgo. Un vínculo sano, con corresponsabilidad y contención emocional, puede proteger la salud mental materna. Por el contrario, la indiferencia, la falta de implicación o el juicio constante pueden agravar el malestar.
Las madres no necesitan que su pareja «ayude», necesitan que comparta, que escuche, que esté
El papel del psicólogo
El psicólogo es una figura clave en el abordaje de la salud mental materna. Su intervención puede darse en tres niveles:
- Con la madre: detectar, contener y tratar síntomas; trabajar la culpa, el autoexigencia y el vínculo con el hijo.
- Con la familia: mejorar la comunicación, sensibilizar a la pareja, reducir tensiones.
- Con el niño: evaluar su desarrollo emocional, intervenir en el vínculo madre-hijo y prevenir consecuencias a largo plazo.
El psicólogo/a hace un abordaje integral, sin culpabilizar, respetando los tiempos y particularidades de cada madre
¿Qué podemos hacer para romper el tabú?
- Normalizar el malestar: no todas las madres están bien, y eso no las hace peores.
- Hablar del tema sin juicio: crear entornos donde se pueda decir «necesito ayuda».
- Incluir la salud mental materna en la agenda pública: desde la prevención en el embarazo hasta el seguimiento en el posparto.
- Capacitar a profesionales para detectar y acompañar sin prejuicios.
Romper el tabú empieza por hablar sin juicio y escuchar con empatía
Conclusión
Hablar de salud mental materna no es una amenaza a la maternidad, es una forma de protegerla. Romper el tabú es urgente, necesario y posible. Detrás de cada madre que calla, hay un sistema que no escucha. Como profesionales de la salud, estudiantes de psicología o simplemente ciudadanos, tenemos la responsabilidad de cambiar esto.