El teléfono móvil es el principal medio de conexión, socialización y entretenimiento en la vida de los adolescentes. En este contexto, las redes sociales se han convertido en un entorno omnipresente, cargado de oportunidades y riesgos. Este artículo busca ofrecer una mirada sobre el impacto del uso problemático de redes sociales en la salud mental de adolescentes, con el objetivo de orientar tanto a futuros psicólogos clínicos como a familias que buscan comprender y acompañar mejor a sus hijos.
¿Qué dicen los estudios?
Numerosas investigaciones señalan una asociación directa entre el uso excesivo de redes sociales y la aparición de síntomas de ansiedad, depresión y estrés emocional en adolescentes. Esta relación se intensifica cuando hay factores de vulnerabilidad preexistentes, como baja autoestima o dificultades sociales.
- El uso compulsivo del móvil está relacionado con comportamientos ansiosos, pérdida de control y efectos negativos en la vida emocional de los jóvenes (Rollán García et al., 2014).
- Adolescentes con ansiedad social o baja autoestima tienden a utilizar las redes como refugio, lo que refuerza la dependencia y deteriora aún más su bienestar (Caballo et al., 2018).
- Existe una correlación entre adicción tecnológica y síntomas como impulsividad, bajo rendimiento académico y alteraciones del estado de ánimo (Oporto Alonso et al., 2021).
Estos hallazgos no condenan el uso de redes sociales, sino que apuntan a los efectos nocivos de un uso desregulado o emocionalmente dependiente
Grupos de mayor riesgo
Los jóvenes, por estar en plena formación de su identidad, son especialmente vulnerables, pero no todos los adolescentes se ven afectados por igual. Algunos grupos presentan mayor vulnerabilidad:
- Adolescentes con antecedentes de trastornos del estado de ánimo o ansiedad.
- Usuarios con baja autoestima o escasas habilidades sociales.
- Aquellos que buscan validación exclusivamente a través del entorno digital.
Identificar los perfiles más vulnerables permite intervenir de manera más específica y temprana
Ansiedad, depresión y redes sociales
El impacto psicológico de las redes sociales se puede categorizar principalmente en dos dimensiones clínicas: ansiedad y depresión. Cada una se ve influida por distintos mecanismos relacionados con el entorno digital.
La ansiedad en adolescentes usuarios intensivos de redes puede deberse a varios factores:
- Comparación social constante: Las redes exponen a los adolescentes a estándares idealizados de vida y apariencia. Esto genera insatisfacción y temor a no estar a la altura.
- FOMO (Fear of Missing Out): El miedo a quedar excluido o a perderse experiencias importantes promueve la conexión constante, dificultando la desconexión mental y emocional.
- Hipervigilancia: La expectativa de recibir aprobación en forma de likes o comentarios puede generar ansiedad anticipatoria.
- Ciberacoso: La violencia digital afecta a la autoestima, la seguridad y puede llevar al retraimiento social.
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Los síntomas depresivos asociados al uso problemático de redes incluyen:
- Sentimientos de vacío e inadecuación: La percepción de no estar «a la altura» de lo que otros muestran puede alimentar pensamientos de inutilidad o soledad.
- Disfunción cotidiana: La adicción a redes interfiere con el sueño, la concentración y las relaciones personales.
- Sobrecarga emocional: La exposición constante a noticias negativas o discursos polarizados puede aumentar la desesperanza.
- Falta de validación: Cuando el reconocimiento esperado no llega o se reciben críticas, puede surgir autocrítica intensa y desesperanza, afectando el bienestar emocional (Gilbert et al., 2004).
El papel del psicólogo clínico
Los psicólogos clínicos cumplen un rol fundamental en la evaluación y tratamiento de adolescentes con problemas relacionados al uso de redes sociales. Sin embargo, es importante notar que rara vez los adolescentes llegan a consulta por esta causa directamente. Lo que aparece como motivo de consulta son los síntomas emocionales o conductuales (depresión, ansiedad, aislamiento), y durante la evaluación clínica se identifica el uso problemático del móvil como factor contribuyente.
Detrás de la ansiedad o la depresión, muchos psicólogos descubren un enemigo silencioso: el uso problemático del móvil
Apoyo psicológico efectivo
Las intervenciones más eficaces son aquellas que integran al adolescente y a su familia:
- Terapia grupal multifamiliar: Ha demostrado ser tan efectiva como la terapia individual en la mejora de problemas emocionales y del comportamiento
- Programas combinados con actividad física: Experiencias como Wave by Wave, que combinan deporte con intervención psicológica, han tenido impacto positivo en jóvenes en alto riesgo (Pereira et al., 2020).
- Atención primaria en salud mental: Programas comunitarios y hospitalización parcial han mostrado mejoras significativas en competencias sociales.
¿Qué pueden hacer los padres?
Los padres tienen un papel clave en la prevención. Aunque muchas veces permiten el uso del móvil como forma de entretenimiento o distracción, también reconocen sus efectos negativos en la vida social, emocional y académica de sus hijos (Jaramillo Ospina et al., 2017).
La participación activa en la vida digital de los hijos, sin caer en la vigilancia invasiva, es una de las estrategias más eficaces
Algunas acciones concretas que pueden llevar a cabo los cuidadores principales:
- Fortalecimiento del vínculo familiar: Actividades conjuntas fuera del mundo digital ayudan a crear espacios seguros para el diálogo emocional.
- Establecimiento de normas claras: Horarios sin pantallas, supervisión sin control excesivo y diálogo abierto.
- Detección temprana: Observar cambios en el estado de ánimo, el sueño, las relaciones o el rendimiento escolar como señales de alerta.
- Psicoeducación: Participar en talleres o sesiones con psicólogos para comprender mejor los efectos del entorno digital.
Hacia un uso saludable de redes sociales
Ni demonización ni permisividad total. El objetivo es promover un uso consciente y emocionalmente saludable de las redes. Algunas recomendaciones prácticas:
Estrategias individuales
- Establecer horarios y límites: Con apoyo de apps de control como Qustodio, AirDroid Parental Control o Family Time.
- Hacer limpiezas digitales: Dejar de seguir cuentas que generan malestar o presión.
- Practicar desconexión regular: Establecer días o momentos sin pantalla.
- Fomentar el autoconocimiento emocional: Registrar el impacto del uso digital sobre el estado de ánimo.
- Buscar apoyo fuera del entorno digital: Relaciones cara a cara siguen siendo el pilar del bienestar emocional.
Estrategias educativas y sociales
- Ciudadanía digital: Incluir en los programas escolares la enseñanza sobre uso responsable de redes, manejo de emociones y pensamiento crítico.
- Campañas de concientización: Acciones públicas que visibilicen los riesgos del uso excesivo de redes y promuevan prácticas saludables.
- Promoción de modelos positivos: Apoyar y difundir cuentas que promuevan autenticidad, diversidad y cuidado emocional.
Tecnología con propósito
No toda tecnología es el problema. Existen plataformas aliadas en la promoción del bienestar:
- Pódcasts, libros digitales y canales educativos sobre salud mental.
- Servicios de terapia online.
- Apps de meditación como Meditopia o Petit BamBou.
El reto está en enseñar a los adolescentes a usar las redes sociales como complemento, no como sustituto de la vida emocional real.
Conclusión
El uso de redes sociales no es, por sí mismo, un problema clínico. Lo que preocupa y requiere intervención, es su uso excesivo, emocionalmente dependiente y desconectado del mundo real.
Psicólogos clínicos, familias y educadores tienen la responsabilidad compartida de formar a los jóvenes en el uso saludable de la tecnología, detectando signos de malestar emocional a tiempo y promoviendo herramientas para el cuidado psíquico.
Los adolescentes necesitan compañía, límites y orientación emocional en el entorno digital. Y tanto psicólogos como padres tienen un rol irremplazable en esa tarea
Bibliografía:
Caballo, V. E., Piqueras, J. A., Antona, C., Irurtia, M. J., Salazar, I., & Salavera, C. (2018). La autoestima y su relación con la ansiedad social y las habilidades sociales. Clínica y Salud, 26, 23–53.
Gilbert, P., Clarke, M., Hempel, S., Miles, J. N. V., & Irons, C. (2004). Criticizing and reassuring oneself: An exploration of forms, styles and reasons in female students. British Journal of Clinical Psychology, 43(1), 31–50.
Jaramillo Ospina, K. L., Navia Mayorga, F. A., & Camacho Villota, W. A. (2017). Niños y adolescentes: su dependencia de la tecnología móvil (pp. 57–68).
Oporto Alonso, M., Fernández Andújar, M., Calderón Garrido, C., & Gustems Carnicer, J. (2021). Adicción a Internet y Plan de Acción tutorial en alumnado de Educación Artística. ArtsEduca, (28), 24–35.
Pereira, A., Ferreira, C., Oliveira, M. E., Evangelista, E. S., Ferreira, J., Roberto, M., Tereso, S., Pereira, A., Neves, S., & Crespo, C. (2020). Effectiveness of a combined surf and psychological preventive intervention with children and adolescents in residential childcare: A randomized controlled trial. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 7(2), 22–31.
Rollán García, C., Cantón, Á., & Prol Rollán, S. (2014). La relación de las nuevas adicciones con la gestión del tiempo y la ansiedad en adolescentes españoles: hacia una perspectiva preventiva desde la Educación Emocional. Propuesta de intervención (pp. 113–121).