Núria Jorba: “En terapia de pareja no basta con saber lo que pasa, hay que saber cómo trabajarlo”

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Con más de dos décadas de experiencia clínica, Núria Jorba es una de las voces más sólidas en el campo de la terapia de pareja y sexualidad en España. Psicóloga, máster en psicología clínica, sexología y terapia de pareja, y directora desde hace 17 años del Centro Núria Jorba, ha acompañado a más de 4.000 pacientes y formado a centenares de profesionales.

Docente en el Máster Universitario Oficial de Sexología Clínica y Terapia de Parejas de iRG, Núria Jorba combina la práctica clínica con la formación, la divulgación y la escritura. Es autora de los libros Parejas imperfectas y felices y Sexo gourmet.

En esta entrevista, comparte con claridad, sin rodeos, cómo abordar una terapia de pareja de forma efectiva cuando ya sabemos el “qué” y toca entrar en el “cómo”.

 

Muchos profesionales dicen: “Sé lo que le pasa a esta pareja, pero no sé cómo trabajarlo”. ¿Por qué ocurre esto?

Porque nos han formado muy bien en evaluación y diagnóstico, pero muy poco en intervención práctica. Sabemos detectar patrones, reconocer dinámicas, poner etiquetas, pero luego llega la pareja, te sientas frente a ellos y la gran pregunta es: ¿Qué hago ahora con esto? Es un vacío habitual. Se nos ha hecho creer que todo pasa por mejorar la comunicación y reforzar lo positivo, pero una pareja necesita mucho más que eso para sanar y evolucionar.

 

Entonces, ¿por dónde empezar cuando trabajamos con una pareja?

Yo parto siempre de ocho áreas clave. Da igual si vienen por celos, por la crianza de los hijos, por falta de deseo o por problemas de convivencia. Si no entendemos cómo está cada una de esas áreas en su relación, no vamos a poder intervenir bien. Comunicación y conexión son importantes, sí, pero no bastan. Hay que mirar más a fondo.

 

¿Cuáles son esas ocho áreas?

Confianza y seguridad; habilidades de comunicación; sistema de afecto y cuidados; roles en la relación; ocio y proyecto de vida; acuerdos y necesidades; gestión del conflicto; y sexualidad. Esas son mis bases. No todas se trabajan al mismo nivel con todas las parejas, pero todas tienen que estar presentes en el mapa terapéutico.

 

Empecemos por la primera: confianza y seguridad. ¿Qué es importante tener en cuenta?

Lo primero es entender en qué momento está la relación. No es lo mismo que lleven un mes saliendo o que lleven cinco años. Tenemos cuatro fases: atracción, enamoramiento, amor consolidado y estabilización. La falta de confianza puede ser esperable en fases tempranas, pero no en relaciones maduras. También analizamos el tipo de apego, no solo el infantil, sino el apego de la relación, que es el que se construye en el vínculo actual. Si ese apego es inseguro, no hay sensación de equipo, y sin equipo no hay pareja.

 


Validar es una de las herramientas más potentes para reconstruir el vínculo


 

¿Y cómo se aborda la comunicación en terapia?

No solo enseño a hablar bien. Trabajo lo que se dice y cómo se dice. Hay parejas que usan un tono perfecto, pero no saben expresar lo que realmente necesitan. Otras que sí dicen lo que les pasa, pero lo hacen atacando o exigiendo. Además, les enseño a distinguir entre debate, discusión y pelea. Esto les da herramientas concretas para parar una escalada antes de que se descontrole.

 

¿Y qué papel juega la validación?

Fundamental. Validar no es dar la razón, es decir: “Entiendo cómo te sientes, aunque no piense igual.” Esto genera conexión, pertenencia. Es una de las herramientas más potentes para reconstruir el vínculo. Y está totalmente olvidada. Muchas veces enseñamos escucha activa, pero no trabajamos la validación emocional.

 

Pasemos al afecto y los cuidados. ¿Cómo se trabaja eso?

Aquí uso el marco de los cinco lenguajes del amor: palabras, tiempo, actos de servicio, detalles y contacto físico. Lo clave es detectar si la pareja se está cuidando desde el lenguaje que el otro necesita, no desde el que a uno le sale. Hay que actualizar esto constantemente. Lo que me hacía sentir amado hace tres años, quizá hoy ya no me llega. Además, trabajamos el triángulo del amor de Sternberg: compromiso, intimidad y pasión. Si falla el compromiso, las otras dos áreas se resienten.

 

¿Cómo se interviene sobre los roles en la relación?

Esta es una de las áreas más olvidadas y a la vez más transformadoras. Primero trabajamos la identidad individual en pareja: quién soy yo como pareja, qué aporto, qué necesito, hasta dónde puedo cambiar. Luego analizamos desde dónde se relaciona cada uno: si habla desde el niño, desde el adulto o desde el padre. Es muy revelador. Hay muchas dinámicas que solo cambian cuando uno deja de reaccionar desde su herida infantil o desde una postura autoritaria.

 

¿Qué importancia tiene el ocio y el proyecto de vida compartido?

Muchísima. No solo se trata de “hacer cosas juntos”. Se trata de si hay espacios personales, si hay motivaciones compartidas, si hay visión de futuro. Y aquí diferencio libertad de independencia. La libertad cuida el vínculo, la independencia lo puede romper. También trabajamos “airear la pareja”: no todo es estar juntos todo el tiempo. El deseo y la valoración nacen muchas veces del espacio, de echarse de menos.

 

¿Cuándo se puede hablar de acuerdos y necesidades?

Solo cuando hay conexión. Si no me siento cuidada, no voy a querer flexibilizar. Primero se trabaja el vínculo, después el acuerdo. Y para llegar a acuerdos, hay que saber expresar necesidades, empatizar con las del otro, decidir el cambio, aceptarlo y accionarlo. Porque muchas parejas dicen que lo han hablado, pero no accionan nada.

 


Hay que enseñar a hablar desde el deseo, no desde la queja


 

¿Qué tipos de conflictos hay y cómo los abordas?

Hay conflictos resolubles e irresolubles. Por ejemplo, querer o no tener hijos es un conflicto irresoluble. Ahí no se trata de negociar, sino de aceptar que hay caminos vitales distintos. Pero incluso en conflictos resolubles, si se entra en la dinámica de crítica, desprecio, evasión o actitud defensiva (y les llamo “los 4 jinetes del apocalipsis”) la gestión será un desastre. Hay que enseñar a hablar desde el deseo, no desde la queja. Validar, empatizar y construir equipo.

 

La octava área es la sexualidad. ¿Cuándo se trabaja y cómo?

Siempre al final. Si la pareja no se siente conectada, cuidada, escuchada, la sexualidad no va a fluir. Y no me refiero a la frecuencia o las prácticas, sino a si tienen un lenguaje íntimo que no comparten con nadie más. Eso es sexualidad: conexión, complicidad, vulnerabilidad. Trabajamos el autoconocimiento, la expresión de deseos y, sobre todo, romper estructuras fijas. No todo tiene que ser coito. A veces es un abrazo en silencio, una mirada. La clave está en recuperar el deseo desde el vínculo, no desde la obligación.

 

Y para finalizar, ¿cuál es el mayor error que cometemos como terapeutas de pareja?

Centrarnos en el ejemplo concreto: cómo reparten tareas, qué hacer con los hijos, si tienen relaciones sexuales o no. Eso es solo la superficie. Lo importante es cómo funciona la relación. Si hay equipo, si hay cuidado, si hay entendimiento. Si eso se trabaja, todo lo demás fluye. Si no, por mucho que repartas las tareas al milímetro, el conflicto seguirá.

Revisado y aprobado por Raimon Gaja, psicólogo clínico, fundador y director de iRG.
Escrito por M.ª José Mateo

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