Más allá de la pereza: el impacto de las emociones en la procrastinación

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¿Alguna vez has sentido que te cuesta empezar algo importante y le das largas una y otra vez?

Si te identificas, quizá consideres que la falta de planificación y las extensas horas navegando sean la causa de tu tendencia a aplazar o postergar tareas. Sin embargo, esto no es del todo cierto.

En este artículo, exploramos la conexión entre la procrastinación y los estados emocionales, cómo afectan a nuestras decisiones y qué estrategias podemos adoptar para gestionarla mejor.

 

Más allá de la falta de organización

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Procrastinar también es emocional

Procrastinar es aplazar o retrasar tareas prioritarias en nuestro día a día. Y en ocasiones no sólo las aplazamos o retrasamos, sino que las sustituimos por otras actividades más fáciles o placenteras, pudiendo afectar de forma significativa a nuestro rendimiento y productividad.

Cuando procrastinamos, usualmente la relacionamos con falta de organización y poco o nula gestión del tiempo, pero nos cuesta imaginarnos que detrás de ella se encuentran también nuestras emociones.

El miedo, la ansiedad, la falta de motivación e incluso el perfeccionismo pueden sabotear nuestra capacidad de actuar en el momento adecuado y ser determinantes para aumentar o disminuir la procrastinación, con sus negativas y limitantes consecuencias.

La ansiedad, la desmotivación y el perfeccionismo sabotean la acción y disparan la procrastinación, con consecuencias que nos frenan.

De acuerdo a datos estadísticos, más del 60% de las personas consideran que la principal consecuencia de procrastinar, en su vida laboral y personal, es la dificultad para completar proyectos y casi el 80% considera que la mejor manera para superarla es mejorar los hábitos de organización.
 

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Tipos de perfiles

Todos los humanos, en un momento u otro de nuestra vida, procrastinamos, pero no todos lo hacemos de la misma manera.

Existen por lo menos tres tipos de perfiles al procrastinar:

  1. Enfocada al retraso: la tarea que debemos realizar no tiene fecha límite, siempre la podemos llegar a hacer, pero nunca acabamos de concretarla. Un ejemplo muy común es cuando, cada fin de año, nos proponemos empezar a hacer ejercicio. Sin embargo retrasamos la puesta en marcha del nuevo propósito una y otra vez, hasta que el próximo fin de año volvemos a rescatar el mismo objetivo.
  2. Enfocada en la distracción: consiste en evitar esas responsabilidades importantes, enfocándose sobre todo en actividades que son menos significativas, pero que nos llaman más la atención o son más rápidas en el tiempo. Un ejemplo muy claro es cuando, en lugar de ponernos a estudiar o a trabajar, miramos el móvil, porque es más fácil, más rápido y más cómodo.
  3. Enfocada en la resistencia: es el rechazo o resistencia emocional hacia la tarea. Nos podemos encontrar con muchísimas versiones: o es una tarea difícil que implica muchas cosas, o es aburrida, o realmente es algo que te imponen y que no estás a gusto realizándolo. Por ejemplo: cuando en el trabajo te ordenan enviar un mail a una persona, dándole una noticia determinada y realmente no es de tu gusto.

 


Procrastinar o posponer tareas es humano. Todos lo hacemos en algún momento, aunque no todos lo hacemos de la misma manera


 

Mitos y verdades

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Mito: La procrastinación es pereza.

Verdad: No es pereza, simplemente es un proceso de adaptación que no lo llevamos del todo bien.

Mito: Es una patología sin cura.

Verdad: No es una patología, es uno o varios estados emocionales que forman parte de ese proceso de adaptación.

Mito: Se elimina fácilmente con motivación.

Verdad: No se elimina; se debe gestionar esa motivación, porque si bien es cierto que hay cosas que nos encantan y nos impulsan a “comernos el mundo”, otras veces nos quedamos a medio gas y no acaba de funcionar esa maquinaria.

Mito: Solo la gente perezosa procrastina.

Verdad: Todos los humanos, en un momento o en otro de nuestra vida, procrastinamos,

 

La procrastinación y las emociones

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Como se mencionó anteriormente, más allá de una mala organización, la procrastinación, o el aplazamiento de tareas importantes, está influida en gran medida por las emociones que experimentamos en relación con dichas tareas.

 


El miedo al fracaso y la baja autoestima pueden generar una evitación emocional, llevando a postergar actividades que generan incomodidad o inseguridad


 

Además, las emociones negativas pueden disminuir la motivación y el enfoque, favoreciendo distracciones y retrasos en la realización de tareas. La gestión emocional efectiva ayuda a reducir estos sentimientos negativos, promoviendo una actitud proactiva y una mejor organización del tiempo.

 

¿Por qué a nuestro cerebro le gusta procrastinar?

La procrastinación está vinculada a la interacción entre dos partes del cerebro: la amígdala (que está relacionada con las emociones) y la corteza prefrontal (que se encarga de facilitarnos la toma de decisiones y el control a largo plazo).

¿Qué sucede entonces? ¿Por qué procrastinamos?

Cuando una tarea nos provoca estrés, ansiedad o malestar, la amígdala puede tomar el control. Al activarse, intenta evitar que hagamos esa tarea, porque “sabe” que, si la enfrentamos con ese nudo en el estómago y sin ganas, probablemente el resultado no sea el mejor.

Pero la amígdala no actúa sola. También entra en juego la corteza prefrontal, que evalúa el esfuerzo y la recompensa de cada acción. Si la tarea no es ni fácil ni agradable, esta parte del cerebro tiende a inclinar la balanza hacia actividades más placenteras, aunque sean menos urgentes.

Por ejemplo, es común postergar una cita con el dentista (una experiencia que muchos consideran incómoda) para ir de compras y darnos un gusto. Este simple caso muestra con claridad por qué al cerebro le resulta tan tentador procrastinar.

 

Factores psicológicos que influyen en la procrastinación

  • Regulación emocional: muchas veces procrastinamos como una forma de evadir emociones negativas asociadas a una tarea, como el aburrimiento, miedo al fracaso (atiquifobia) o incertidumbre.
  • Teoría de la disonancia cognitiva: existe una contradicción interna entre lo que sabemos que debemos hacer (cumplir la tarea) y lo que realmente hacemos (evitarla). Esta tensión puede intensificar la procrastinación si no se maneja adecuadamente.
  • Autoeficacia y autoestima: las personas con baja autoestima o dudas sobre su capacidad para realizar una tarea suelen procrastinar más, ya que temen no estar a la altura y no hacer la tarea “perfectamente”.
  • Preferencia por la gratificación inmediata: priorizamos actividades que generan placer o recompensa inmediata (por ejemplo: las redes sociales) en lugar de beneficios a largo plazo.
  • Ansiedad y estrés: en lugar de enfrentarse a una tarea que genera ansiedad, muchas personas procrastinan como un mecanismo de escape, aunque esto agrave la sensación de estrés en el futuro.

 


Procrastinar no es solo pereza: también es evasión emocional y búsqueda de alivio inmediato frente a tareas que incomodan


 

Tips para dejar de aplazar tareas

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Recuerda que eres lo que haces, no lo que dices que harás. Así que te brindamos algunas recomendaciones para que dejes de posponer esas tareas importantes:

  • Empieza haciéndolo: no pierdas tiempo pensando en empezar, solo hazlo. Si pospones las cosas te darás cuenta que tienes menos tiempo para hacerlas, lo que solo te estresará más.
  • Divide las tareas en partes pequeñas: esto hará que el trabajo parezca menor y así te será más fácil comenzar.
  • Enfrenta tu miedo: no tengas miedo de invertir tu esfuerzo, al final estarás cosechando el fruto de tu trabajo. Ocúpate y disfruta el proceso.
  • Evita el estrés: si estás estresado no tendrás buen rendimiento y terminarás posponiendo las cosas. Asegúrate de disfrutar tu trabajo y haz uso de tu tiempo de forma adecuada.
  • Haz un cronograma y una lista de pendientes: te permitirá tener un mayor control sobre las tareas y el tiempo que tienes para realizarlas. También podrás priorizarlas y enfocarte en ellas.
  • Busca un ambiente apto: en ocasiones el ambiente puede convertirse en un factor importante para la procrastinación. Busca un lugar en el que te sientas inspirado y motivado para trabajar.
  • Acaba con las distracciones: reduce o elimina en su totalidad los distractores. Por ejemplo, cierra tus redes sociales y no las abras hasta que sea tu tiempo de descanso.
  • Termina tus tareas: da el primer paso para comenzar un proyecto y disminuir la procrastinación.

 


Eres lo que haces: empieza ya, divide tareas, enfrenta tus miedos, elimina distracciones y organiza tu entorno para avanzar con foco


 

Conclusión

Las emociones desempeñan un papel central en la forma en que enfrentamos los desafíos, gestionamos nuestro tiempo y mantenemos nuestra productividad. Desarrollar habilidades para gestionarlas fortalece la superación de obstáculos, reduce la tendencia a procrastinar y mejora el rendimiento laboral.

En el ámbito profesional, invertir en el desarrollo de habilidades emocionales es esencial para mantener un equilibrio emocional, afrontar con éxito los desafíos diarios, lograr los objetivos y promover un entorno de trabajo más saludable y eficiente.

Gestionar bien las emociones mejora la productividad, reduce la procrastinación y ayuda a superar desafíos. En lo profesional, desarrollar estas habilidades es clave.

 

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No te pierdas

Este artículo está basado en la masterclass: “Procrastinación, resiliencia y educación emocional”, dictada por la doctora en Psiquiatría, María González de la Iglesia, dentro del Programa de Eventos del instituto Raimon Gaja (iRG). La ponente también destaca la importancia de la inteligencia emocional para desarrollar la resiliencia y adaptarse a situaciones adversas con mejor actitud.

 

Puedes acceder al contenido completo aquí:

Conoce a María González de la Iglesia

  • Psicóloga y doctora en Psiquiatría.
  • Tiene más de 15 años de experiencia clínica.
  • Docente universitaria.
  • Imparte talleres para la tercera edad sobre “Memoria y bienestar personal”, así como charlas sobre “Prevención del suicidio adolescente”, a alumnos, padres y docentes en un proyecto universitario.
  • Forma parte de la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, contribuyendo a la organización y la docencia de diferentes formaciones.
Escrito por María González de la Iglesia

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