Desde mi práctica como neuropsicólogo, he sido testigo de un cambio radical en cómo entendemos el envejecimiento cerebral. Ya no miramos solo hacia la enfermedad, sino hacia la construcción activa de la salud. La prevención primaria del deterioro cognitivo y la demencia constituye un desafío prioritario en salud pública, y en este panorama, un concepto destaca por su poder transformador: la reserva cognitiva.
Este artículo nace de la evidencia científica y de la convicción de que nuestro rol como profesionales de la salud mental va más allá del diagnóstico. Nuestra misión es ser guías en la construcción de un cerebro más resiliente. Abordaremos cómo la estimulación cognitiva actúa como una estrategia clave para demorar la expresión clínica de las enfermedades neurodegenerativas, ofreciendo una ventana de oportunidad crucial para promover un envejecimiento verdaderamente saludable.
El cambio de paradigma
El año 2010 marcó un punto de inflexión en nuestra comprensión del envejecimiento cerebral. La teoría de Jack (Jack et al., 2013) hoy pilar fundamental en neuropsicología, nos reveló que el deterioro cognitivo es un proceso dinámico que se extiende durante décadas, con una fase preclínica prolongada donde pueden iniciarse procesos patológicos silentes. Esta comprensión transformó radicalmente nuestra perspectiva.
La ventana de intervención más efectiva se da en las primeras etapas del envejecimiento
Este enfoque se vio robustecido por el monumental trabajo de la Comisión The Lancet (2020), que identificó 14 acciones específicas para reducir factores de riesgo, a lo largo de la vida que, de ser abordados, podrían prevenir o retrasar hasta el 40% de los casos de demencia. Estos hallazgos, respaldados por análisis estadísticos de grandes muestras poblacionales, destacan que la prevención efectiva requiere tanto de responsabilidad individual como de políticas públicas que faciliten entornos saludables.
En este contexto, nuestra misión como profesionales se redefine: debemos incorporar sistemáticamente en nuestra práctica la evaluación e intervención sobre estos 14 factores. Acá me centraré específicamente en un grupo de ellos, basados en promover la reserva cognitiva, a través de dos pilares fundamentales:
- Garantizar una educación de calidad en las primeras etapas de la vida.
- Fomentar la realización de actividades cognitivamente estimulantes, especialmente en la mediana edad.
¿Qué es la reserva cognitiva?
Se define como la capacidad del cerebro para compensar el daño patológico o la pérdida neuronal, mediante la utilización de redes neuronales alternativas y estrategias cognitivas más eficientes.
La reserva cognitiva actúa como un “amortiguador” cerebral. No evita el daño, pero sí retrasa significativamente la aparición de síntomas, ganándole tiempo al cerebro, a pesar de la patología subyacente.
Para entender el origen de este concepto, debemos remontarnos a finales de los años 80. El patólogo Katzman(1988) se encontró con algo desconcertante: personas sanas que fallecían sanas y en anatomía patológica, al estudiar sus cerebros, tenían la enfermedad de Alzheimer ¿Cómo era posible? La respuesta llegó con el famosísimo “Estudio de las Monjas» (The Nun Study), dirigido por David Snowdon (1989).
Snowdon investigó a un grupo ideal para la ciencia: cientos de monjas con estilos de vida casi idénticos en cuanto a alimentación, rutina y ambiente. La variable crítica que diferenció sus destinos fue su nivel educativo antes de ingresar al convento. Los hallazgos fueron reveladores: las monjas con mayor escolaridad y con habilidades lingüísticas más ricas en su juventud no solo fueron más longevas, sino que mostraron un riesgo significativamente menor de padecer demencia, a pesar de que muchas de ellas, post mortem, también presentaban signos de alzhéimer en sus cerebros.
Cómo la reserva cognitiva «gana tiempo» para el cerebro


La hipótesis de Jack (2013) nos ayuda a visualizar este proceso. Imaginemos varias curvas que representan la progresión de diferentes patologías: proteína beta-amiloide, proteína Tau y el declive de la memoria y la funcionalidad. En un envejecimiento sin reserva, estas curvas se solapan rápidamente, llevando a un declive acelerado.
¿Qué hace la reserva cognitiva? Distanciar temporalmente estas curvas. Alarga el periodo entre el inicio de la patología y la aparición de los primeros síntomas. Puede demorar tanto la expresión clínica que, como en el caso de las monjas y los pacientes de Katzman, la persona puede fallecer a una edad muy avanzada sin haber manifestado la enfermedad.
Este mecanismo es la base de una de las estrategias más poderosas de las que disponemos: la intervención directa.
Involucrar a la persona en actividades cognitivamente estimulantes, la protege contra el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento
Desde la salud pública y nuestra práctica clínica, este es el objetivo máximo. No se trata solo de entender la teoría, sino de utilizar ese conocimiento para construir resiliencia cerebral y, en última instancia, ganar tiempo de calidad para la vida.
Actividades para construir la reserva cognitiva
La pregunta práctica para los profesionales es: ¿cómo podemos ayudar a nuestros pacientes y/o clientes a construir y mantener esta reserva? La respuesta no reside en programas de entrenamiento cerebral estandarizados y descontextualizados, sino en la promoción de un enriquecimiento vital continuo.
En fases preclínicas y durante la mediana edad, cualquier actividad que suponga un reto cognitivo genuino y un compromiso activo es beneficiosa. No existen actividades mejores en un sentido absoluto, sino aquellas que resultan significativas y estimulantes para el individuo. Algunos ejemplos incluyen:
- Aprendizaje de nuevas habilidades: Aprender un idioma, tocar un instrumento musical, adquirir conocimientos de fotografía, cocina gourmet o jardinería avanzada.
- Participación en actividades culturales e intelectuales: Realizar cursos, visitar museos, unirse a clubes de lectura o debatir en grupos de filosofía.
- Actividades de ocio complejas: La clave no es la actividad en sí, sino el nivel de profundidad y desafío que conlleva. Por ejemplo, no se trata solo de tejer, sino de aprender patrones complejos y crear diseños propios.
Dos principios son fundamentales para maximizar el beneficio de estas actividades:
1. El componente social: Las actividades deben fomentar la interacción. El aislamiento es un factor de riesgo. Lo ideal es realizar actividades grupales que generen un sentido de comunidad, apoyo y estimulación mutua.
2. La progresión y el reto: La actividad debe suponer un desafío que requiera un aprendizaje continuo y una mejora progresiva.
La zona de confort no construye reserva cognitiva; es la novedad y la complejidad las que promueven la neuroplasticidad
Los videojuegos: ¿aliados inesperados?


Este es un tema que genera mucha curiosidad. Lejos de la demonización, un cuerpo creciente de investigación demuestra que los juegos de video pueden ser herramientas válidas para la promoción de la salud mental, no solo en jóvenes, sino también en adultos y mayores.
Y acá no hago referencia tan sólo a los videojuegos de entrenamiento cerebral. Un juego de acción o de estrategia, por ejemplo, puede ser tremendamente estimulante si requiere navegar por mapas complejos, gestionar recursos, tomar decisiones rápidas y, crucialmente, aprender sobre narrativas históricas o temáticas específicas. Muchos juegos de video modernos están exquisitamente documentados y pueden despertar el interés por la historia, la ciencia o la ingeniería.
Esta combinación de desafío cognitivo, aprendizaje continuo y, fundamentalmente, interacción social (jugar con amigos o en comunidades online), lo convierte en una actividad cognitivamente estimulante de primer orden. La advertencia es evitar el uso solitario y pasivo.
El beneficio óptimo se obtiene cuando el videojuego es una actividad social, desafiante y enriquecedora
Conclusión
Como neuropsicólogos, nuestro rol trasciende el diagnóstico para enfocarse en una misión clara, impulsada por la evidencia: forjar una sólida reserva cognitiva a lo largo de toda la vida, con un énfasis crucial hasta la mediana edad. Esta no es solo una estrategia más; es la más poderosa para modificar activamente la trayectoria del envejecimiento cerebral y promover un declive más lento y saludable.
Somos arquitectos de la resiliencia cerebral
Nuestra labor, por tanto, es integrar esta mirada en nuestra práctica clínica. Debemos preguntar por los hábitos, los hobbies y las pasiones de nuestros pacientes, y guiarles hacia una vida no solo mentalmente sana, sino cognitivamente rica y socialmente conectada. La meta ya no es solo vivir más años, sino vivir más años con un cerebro que, gracias al capital acumulado, se mantenga funcional, ágil y lleno de vida.
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Este artículo está basado en la Masterclass “Estrategias para un envejecimiento saludable”, impartida por el psicólogo y doctor en Neurociencias, José María Ruiz Sánchez de León, dentro del Programa de Actividades del instituto Raimon Gaja (iRG). El ponente aborda además otras áreas clave en la prevención del deterioro cognitivo y la demencia como la nutrición y el ejercicio físico. Accede al contenido completo aquí:
Conoce al doctor José María Ruiz Sánchez de León
- Psicólogo, Doctor en Neurociencias y Neuropsicólogo Clínico con más de 20 años de experiencia en el ámbito clínico.
- Profesor en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y fundador de Logicortex®.
- Ponente en más de 50 congresos y autor de más de 70 artículos de impacto y 13 libros.
Bibliografía:
- Jack, C., Knopman, D., Jagust, W., Petersen, R., Weiner, M., Aisen, P., … y Trojanowski, J. (2013). Tracking pathophysiological processes in Alzheimer’s disease: an updated hypothetical model of dynamic biomarkers. [Seguimiento de los procesos fisiopatológicos en la enfermedad de Alzheimer: un modelo hipotético actualizado de biomarcadores dinámicos]. The Lancet Neurology , 12(2), 207-216. (Nota: Aunque la hipótesis se publicó inicialmente en 2010, esta referencia de 2013 es la actualización más citada).
- Katzman, R., Terry, R., DeTeresa, R., Brown, T., Davies, P., Fuld, P., Renbing, X, y Peck, A. (1988). Clinical, pathological, and neurochemical changes in dementia: a subgroup with preserved mental status and numerous neocortical plaques. [Cambios clínicos, patológicos y neuroquímicos en la demencia: un subgrupo con estado mental preservado y numerosas placas neocorticales]. Annals of Neurology, 23(2), 138-144.
- Livingston, G., Huntley, J., Sommerlad, A., Ames, D., Ballard, C., Banerjee, S., … y Mukadam, N. (2020). Dementia prevention, intervention, and care: 2020 report of the Lancet Commission. [Prevención, intervención y atención de la demencia: informe de 2020 de la Comisión Lancet]. The Lancet, 396(10248), 413-446.
- Snowdon, D., Ostwald, S. y Kane, R. (1989). Education, survival and independence in elderly Catholic sisters, 1936-1988. [Educación, supervivencia e independencia de las hermanas católicas mayores, 1936-1988]. American Journal of Epidemiology, 130(5), 999-1012.
- Snowdon, D., Kemper, S., Mortimer, J., Greiner, L., Wekstein, D. y Markesbery, W. (1996). Linguistic ability in early life and cognitive function and Alzheimer’s disease in late life. Findings from the Nun Study. [Habilidad lingüística en la primera infancia y función cognitiva y enfermedad de Alzheimer en la vejez. Hallazgos del Estudio Nun.]. JAMA, 275(7), 528-532.







