Para muchos universitarios, los meses de mayo y junio no son solo meses de calor, sino la última recta de una carrera que parece no acabar nunca. Exámenes finales, entregas acumuladas, trabajos en grupo, presentaciones, prácticas… Todo se amontona como una avalancha. Y con ello, llega el estrés, el cansancio crónico y, en muchos casos, el agotamiento emocional.
Si te sientes al límite, no estás solo ni estás exagerando. Es más común de lo que crees, y hay razones muy claras detrás de este fenómeno. Pero también hay formas reales de hacerle frente sin que te pase factura. Lo vemos a continuación.
¿Por qué ocurre?
El final de curso condensa múltiples factores estresantes:
- Sobrecarga de tareas acumuladas.
- Evaluaciones frecuentes en poco tiempo.
- Presión por lograr buenas notas.
- Poco descanso, poca vida social, poco margen para respirar.
Según Castillo et al. (2021), estos son precisamente los factores más frecuentes que desencadenan el estrés académico. Se trata de una combinación de exigencia externa (profesores, sistema educativo) e interna (autoexigencia, miedo al fracaso, comparación con otros).
Además, la percepción del tiempo cambia: todo parece urgente, insuficiente o fuera de control.
Es como correr una maratón y, justo en el último kilómetro, tener que cargar una mochila extra
El cuerpo y la mente lo notan: se agotan más rápido, duermen peor, se desconcentran con facilidad y reaccionan con más irritabilidad o ansiedad.
¿Le pasa a todo el mundo?
La respuesta corta: no exactamente.
La respuesta larga: muchos lo sienten, pero no todos lo viven igual.
Hay estudiantes con una mayor predisposición al estrés y al agotamiento emocional. ¿Por qué?
Puede influir la falta de estrategias de afrontamiento, una autoexigencia excesiva, hábitos de sueño alterados, y hasta el uso abusivo de redes sociales como TikTok, que según Sanz-Blas et al. (2023), está relacionado con mayores niveles de estrés y menor rendimiento académico.
Pero también hay factores protectores que marcan la diferencia:
- Habilidades sociales, que permiten pedir ayuda, expresar emociones, organizar el estudio con otros.
- Autoeficacia académica, o esa creencia interna de “Soy capaz de manejar esto” (Kiema-Junes et al., 2020)
- Técnicas de manejo del estrés, como mindfulness, respiración consciente o técnicas de inoculación al estrés (Hernández & Jorge, 2017).
Cuando el estrés se vuelve físico
El estrés no solo se queda en la mente. El cuerpo también habla:
- Dolores de cabeza frecuentes.
- Insomnio o sueño interrumpido.
- Cambios en el apetito.
- Uso excesivo de cafeína, tabaco u otros estimulantes para “aguantar” (Combes et al., 2014).
A veces, el cuerpo lanza señales que ignoramos por “falta de tiempo”, pero que indican que estamos cerca del límite. Si se prolongan, pueden derivar en agotamiento emocional académico, un fenómeno validado por herramientas como el Inventario de Agotamiento Emocional Académico (IUAEA) (Domínguez-Lara & Merino-Soto, 2019).
“Pero sigo sacando buenas notas, ¿entonces no me afecta?”
No necesariamente. El estrés no siempre baja las notas, pero sí afecta la concentración, el estado de ánimo, la creatividad y la capacidad de disfrutar del aprendizaje. Castillo et al. (2015) señalan que, aunque las calificaciones pueden mantenerse, el desempeño diario y el bienestar personal sí se ven comprometidos.
El riesgo está en normalizar el agotamiento como parte del proceso universitario. Aguantar no es lo mismo que estar bien
7 estrategias para no colapsar
1. Establece prioridades reales
Usa una matriz sencilla (urgente/importante) y planifica con cabeza. Delega lo que puedas, di que no a compromisos innecesarios y recuerda: hacer menos a veces es hacer mejor.
No todo es igual de urgente
2. Pon límites al móvil y redes
Evita el bucle infinito de TikTok o Instagram. Establece “horas sin pantalla”, sobre todo al estudiar o antes de dormir.
Recuerda que tu atención es un recurso limitado y valioso
3. Microdescansos conscientes
Cinco minutos de respiración profunda o una caminata corta pueden resetearte más que una hora en redes. El mindfulness, practicado incluso por pocos minutos, reduce niveles de estrés medidos fisiológicamente.
Cinco minutos conscientes valen más que una hora en piloto automático
4. Habla. No te lo guardes
Comparte cómo te sientes con alguien de confianza. El simple hecho de verbalizar lo que vives puede ayudarte a procesarlo. Además, puede que descubras que otros se sienten igual, y eso también reconforta.
Hablar libera: compartir alivia más de lo que crees
5. Recuerda por qué empezaste
En medio del caos, vuelve a tu motivación inicial: ¿qué te trajo a esta carrera? ¿Qué quieres construir con lo que estás aprendiendo? ¿Qué sentido tiene para ti?
Reconectar con el propósito ayuda a resistir la fatiga
6. Cuida tu cuerpo, aunque sea en lo mínimo
No necesitas una rutina perfecta. Basta con dormir al menos 6 horas, moverte un poco cada día y comer algo que no venga en envase plástico de gasolinera.
El cuerpo es tu herramienta principal: no la descuides
7. Sé realista, no perfecto
Hay momentos en los que rendir al 80% es lo mejor que puedes hacer, y está bien. Sobrevivir también es un éxito.
La excelencia no siempre se mide en décimas
Conclusión
El estrés y el agotamiento al final del curso no son señal de debilidad, sino consecuencia lógica de un sistema académico intenso, combinado con una cultura de autoexigencia constante.
Lo importante no es evitar sentir el estrés, sino saber cómo responder cuando aparece.
Tú no eres una máquina. Y no necesitas serlo para salir adelante.
Pide ayuda si la necesitas. Organiza tus tiempos con estrategia. Respira. Confía en ti, incluso si estás cansado.
La meta está cerca. Lo que estás haciendo no es fácil, pero sí vale la pena. Y lo vas a lograr
Referencias
Castillo, R., Acevedo, M., & Martínez, D. (2015). Estrés académico y rendimiento en estudiantes universitarios: Un estudio correlacional. Revista Electrónica Educare, 19(3), 129–146. https://doi.org/10.15359/ree.19-3.7
Castillo, R., Hernández, L., & Zárate, M. (2021). Factores académicos asociados al estrés en estudiantes de educación superior. Revista de Investigación Educativa, 39(1), 143–158. https://doi.org/10.6018/rie.398191
Combes, C., González, C., & Sánchez, M. (2014). Síntomas físicos asociados al estrés académico en universitarios: Estudio transversal en una muestra española. Salud Mental, 37(2), 143–150. https://doi.org/10.17711/SM.0185-3325.2014.019
Domínguez-Lara, S., & Merino-Soto, C. (2019). Propiedades psicométricas del Inventario de Agotamiento Emocional Académico (IUAEA) en estudiantes universitarios peruanos. Revista Evaluar, 19(1), 43–51. https://doi.org/10.35670/1667-4545.v19.n1.23426
Hernández, R., & Jorge, E. (2017). Mindfulness como estrategia de afrontamiento del estrés académico en estudiantes universitarios. Revista de Psicología Educativa, 23(2), 75–81. https://doi.org/10.1016/j.pse.2017.06.002
Kiema-Junes, H., Moksnes, U. K., & Espnes, G. A. (2020). Self-efficacy and social support as protective factors against academic stress in university students. Scandinavian Journal of Educational Research, 64(2), 245–258. https://doi.org/10.1080/00313831.2018.1562343
Sanz-Blas, S., Martínez-Ruiz, M. P., & Marín-Carrillo, G. (2023). Uso intensivo de TikTok y su relación con el agotamiento emocional en estudiantes universitarios. Comunicar, 31(75), 45–54. https://doi.org/10.3916/C75-2023-04