Cómo sobrevivir a la cena de navidad en familia y no morir en el intento

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¡Qué bonita es la navidad! Para unos, porque para otros es la época más temida del año. Algunos incluso aprovechan estos días para viajar, y de paso ahorrarse las comidas navideñas.  

Para la mayoría de las personas, la Navidad es sinónimo de alegría, de disfrutar del calor del hogar y de estar en familia; aunque es precisamente este punto el que muchos preferirían ahorrarse. El tan inevitable encuentro familiar, para algunos no resulta todo lo agradable que debería. Sin embargo, ya sabemos con qué personas pasaremos la Nochebuena o con quién nos reuniremos el 25 de diciembre. Entonces nos preguntamos: ¿Nos apetece ir? Seamos sinceros, no siempre. Es probable, incluso, que ya sintamos cierta inquietud por las celebraciones que se avecinan, anticipando el posible choque, pero CALMA, todo tiene remedio. h

Llevar la fiesta en paz

Algunos dilemas se repiten cada año: ¿con los padres o con los suegros?, ¿cena de Navidad o comida de Navidad?, ¿irá el cuñado?

Son varias de las inquietudes que surgen por los integrantes de la familia que, de antemano, ya colocan una barrera sin haber llegado el momento del encuentro. Se supone que es una noche especial y la lista de deseos debería superar los contras, pero no siempre es así. 

En medio de la polémica, en lo más profundo de cada integrante del núcleo familiar, siempre habrá un motivo por el cual estar juntos, y en algún momento de la velada reinarán las ganas de estar bien, de sentir la unión con el resto, de formar parte de algo más grande que el propio individuo y crear recuerdos familiares bonitos que nos ayuden a sentirnos unidos. Es cierto que no existe una solución mágica para hacer que todos los miembros de la familia conecten y se caigan bien, pero sí podemos intentar tener la fiesta en paz y disfrutar de un encuentro cordial.  h

Salir airosos de la cena de navidad

Antes de que algún miembro de la familia se autoexcluya o quede excluido del núcleo familiar, podemos optar por aplicar algunas estrategias psicológicas que van a permitir disfrutar de unas reuniones familiares tranquilas y en armonía.

Raquel Fernández, psicóloga especialista en Psicología Clínica del Centro de Psicología Conductual en León, hace las siguientes recomendaciones: h

  • No es el momento de solucionar los conflictos

Sin duda, en la cena de Navidad no es el mejor momento para caer en disputas. Si los familiares sienten hostilidad, no hay razón para continuar. Lo correcto sería evitar caer en discusión y actuar como si nada está ocurriendo.

Se trata de practicar el autocontrol, que está relacionado con nuestros propios impulsos o acciones.

  •  Dominio en la mesa

Muchas veces en estas celebraciones se toman bebidas con alcohol. La bebida en abundancia, nos puede hacer perder la compostura y hacernos hablar demasiado. 

Si el estado de ánimo es bueno, todos disfrutarán del momento, pero si se manifiestan temas delicados, puede salirse de control. Fernández advierte: «Hay que beber con moderación para evitar meteduras de pata y situaciones ridículas».  h

  •  Los más pequeños son el centro

Los niños celebran la Navidad con gran entusiasmo. Esperarán con ansias estas fechas y, a menudo, suelen disfrutar mucho más que los adultos de las fiestas. Su inocencia y alegría es contagiosa, y podemos aprovechar el buen ambiente que generan para limar asperezas y olvidar pequeñas rencillas.  Jugar con ellos, preparar un escenario o destapar regalos, sería una opción para dejar de lado los problemas. h

  •  Practicar la gratitud y hacer el esfuerzo de perdonar

La gratitud está vinculada a la felicidad y puede ayudarnos a concentrarnos en los aspectos positivos de una relación difícil. Lo mejor es mantener una óptica más compasiva, que nos permita apreciar las cosas buenas de la vida en lugar de concentrarnos en la relación que salió mal. Quizás lo más difícil sea perdonar a aquellos de quienes nos sentimos distanciados. El perdón cura el dolor asociado con los recuerdos de traición y relaciones difíciles, también nos permite recuperar la confianza por el otro.  

En conclusión, si las circunstancias familiares de una persona son tan complicadas que las reuniones navideñas aportan más daño que felicidad, deberá aceptar que no todas las relaciones familiares son salvables, y crear su propio grupo con el que pueda realizar reuniones entrañables.

 


Es ideal propiciar el perdón en Nochebuena, pero tampoco puede ser algo impuesto. A veces hay que aceptar que no todas las relaciones familiares son salvables.


 

Pero si le ocurre como en la mayoría de los casos, en los que no hay un problema real, sino solo pequeñas tiranteces, piques sin importancia, que se han ido agrandando con el paso del tiempo, lo mejor es seguir el precepto: «Si tengo que elegir entre tener razón o ser amable, elijo ser amable.» 

En definitiva, aceptar que todos somos humanos e imperfectos, y que formar parte de una familia, aunque no sea perfecta y tenga a un “cuñado” pesado o a una “suegra” metomentodo, es mejor que no tenerla.

Revisado y aprobado por Raimon Gaja, psicólogo clínico, fundador y director de iRG.
Escrito por Yoselín Karina Garcés

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